martes, 15 de marzo de 2016

No es línea editorial, es corrupción

Solo conocemos la punta del iceberg y, sin embargo, es suficiente para explicar lo ocurrido en los medios de comunicación durante los últimos años. A muchos lectores y espectadores les podía sorprender la fidelidad inquebrantable al Partido Popular que exhibían no pocos periódicos, locutores de radio o tertulianos. Escuchar al director de La Razón o al de ABC defender a Rajoy contra viento y marea, sin esbozar ni la más mínima crítica. Comprobar que estos diarios y determinadas radios y televisiones ocultaban a sus lectores/oyentes/espectadores los casos de corrupción que salpicaban a decenas de dirigentes populares. Ver a numerosos tertulianos batirse el cobre como si les fuera la vida para justificar los errores, los recortes y los robos que ejecutaban las instituciones dirigidas por el PP. Ver a esos mismos personajes convertirse en voceros de campañas destinadas a satanizar y despedazar a rivales políticos como Manuela Carmena, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias

La mayoría pensaba y aún hoy piensa que se comportan así porque son hooligans del liberalismo, del capitalismo, de la derecha… No es así señoras y señores; no es cuestión de principios… es cuestión de pasta.

Quienes somos perros viejos en este oficio sí sabíamos que detrás de ese servilismo había algo más… pero nos quedábamos muy cortos. Pensábamos que la fidelidad respondía a la lluvia de dinero en publicidad institucional que les llegaba a estos medios desde el Gobierno central, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Sabíamos también que esos “periodistas” falderos, al cumplir las órdenes que les llegaban desde Génova, se aseguraban cuantiosos contratos para ellos y/o sus productoras en televisiones públicas como Telemadrid, TVE o Canal Nou (antes de que terminaran de saquearla y cerraran la cadena). Sabíamos de estas y otras corruptelas pero no imaginábamos que la dimensión de la trama era más amplia y más terrible.

Corrupción periodística

Lejos de casi todos los focos mediáticos, las investigaciones policiales y judiciales han ido desvelando la cruda realidad. Periodistas y medios de comunicación han recibido dinero de las numerosas cajas B que tenía ocultas el Partido Popular y que alimentaba con las comisiones ilegales que percibía de constructoras y grandes empresas a cambio de la adjudicación de obra y servicios públicos.

Los datos han ido apareciendo poco a poco, casi siempre ocultos por los grandes medios de comunicación que han seguido la perversa doctrina de que “perro no come perro”. Había que bucear en los sumarios de la Gürtel o de la Púnica para ir encontrando nombres y apellidos de conocidos comunicadores, diarios digitales, televisiones, radios… Pagos directos en efectivo a conocidos periodistas, regalos de todo tipo y hasta inyecciones de 400.000 euros para salvar de la quiebra a medios afines como la Libertad Digital de Federico Jiménez Losantos.

Lo que hemos conocido en estos últimos días nos confirma que la compra de periodistas era una parte más del negocio. El funcionamiento corrupto del PP pasaba y pasa por amarrar el silencio y el aplauso de los medios de comunicación. Una investigación judicial ha revelado que la Fundación Arpegio de la Comunidad de Madrid, controlada por Esperanza Aguirre y Francisco Granados, desvió fondos para agradecer determinados servicios prestados al partido. El Grupo Intereconomía recibió 247.165 euros, la Cadena COPE 177.510, La Razón 33.332, ABC 21.672 y el semanario Época 12.001.

Sería de ingenuos pensar que los detalles que conocemos hasta ahora constituyen la totalidad de la trama. Ni la policía ni los jueces han decidido investigar a estos beneficiarios de la corrupción. Lo que se sabe es fruto de la casualidad… un dato no borrado a tiempo del ordenador, una conversación indiscreta en un teléfono pinchado… unos papeles que se descubren al cambiar de dueños la administración en cuestión… Ayer mismo se desvelaba que María Dolores de Cospedal, mientras fue presidenta de Castilla La Mancha, también había utilizado una fundación pública para saltarse los controles y poder inyectar dinero de todos los castellano manchegos en medios afines. No son casos aislados, no son “dos ranas” como diría Esperanza Aguirre; es una gigantesca trama corrupta que ha extendido sus tentáculos por toda la sociedad.

Es imprescindible que se investigue la implicación de periodistas y medios de comunicación. Es obvio que si hubiera aparecido el nombre de un juez como beneficiario de pagos irregulares, la oposición y la opinión pública clamaría para que se depuraran sus responsabilidades. ¿Por qué no ocurre lo mismo cuando se trata de un periodista? Las consecuencias de uno y otro comportamiento son igualmente graves. El juez corrupto dicta sentencias falsas, exculpando a delincuentes o ensuciando la imagen de ciudadanos inocentes; el periodista corrupto engaña a la sociedad presentando como santos a los ladrones de guante blanco que le pagan y atacando inmisericordemente a las personas que, con su honradez y determinación, ponen en riesgo el fértil chiringuito. No hay diferencias entre jueces prevaricadores y periodistas mentirosos; el peso de la ley debería caer sobre ellos con la misma fuerza.


No nos engañemos, para acabar con esta negra etapa de corrupción la regeneración política debe ir acompañada por una depuración de responsabilidades entre empresarios, jueces, policías y periodistas corruptos. Mientras llega ese momento, por la parte que nos toca a quienes seguimos creyendo en el Periodismo con mayúsculas, mirémosles de forma diferente cuando nos dan lecciones de moral desde televisiones, radios y periódicos. Analicemos sus intervenciones sabiendo que no les inspiran los principios ni la ideología ni el mismísimo Dios; lo único que les empuja a la vehemencia, con la que defienden o insultan, es su adicción a incrementar el número de ceros de su cuenta corriente.

lunes, 25 de mayo de 2015

La manipulación informativa es la gran derrotada

AUDIENCIAS DE LOS ESPECIALES INFORMATIVOS EN TV
La Sexta: 16%
TVE: 8%
Telemadrid: 8%
Antena 3 TV: 6%
Cuatro: 4'3 %
Sobran comentarios sobre el veredicto de las urnas. Por eso quiero compartir con vosotr@s otra reflexión. Además del PP, la otra gran derrotada en el día de ayer fue  la censura informativa, en general, y Televisión Española en particular. La audiencia de su especial informativo fue sencillamente ridícula. Los ciudadanos dijeron "no" a la manipulación constante y burda que realizan los "periodistas" que mandan en el ente público. Los dirigentes del PP saben mucho de cajas B, pero poco de gestionar medios de comunicación. Se creen que los españoles somos tan tontos como para tragarnos su NODO.
Les imagino satisfechos, sentados cada día en sus sillones delante del panfleto audiovisual de pésima calidad que emite Telemadrid diciéndose a sí mismos: "Esto está hecho". A ratos zapean para ver la 1 y el canal 24 horas de TVE donde ríen las gracias de un joven y moderno (solo de aspecto) presentador que se dedica a pelotear a los ministros e intenta (con poco éxito) acosar al resto de sus invitados.
Quienes viven en Castilla la Mancha tenían además la suerte de deleitarse con las ocurrencias de la televisión autonómica dirigida por un ultraderechista maleducado llamado Ignacio Villa. Es otro de los canales en los que la crisis ya ha terminado, los españoles son tremendamente felices y no existe la corrupción ni el desempleo (y, de paso, se reían de la enfermera contagiada de Ébola ¿os acordáis? https://www.youtube.com/watch?v=ZDHehyLhmUU).

Por estas razones, hoy Mariano Rajoy, Cospedal y el resto de la banda deben estar desconcertados. Pensarán que los españoles somos unos desagradecidos y se preguntarán "¿cómo es posible? ¡Si mis telediarios decían que este país era la envidia de Occidente!".
Si alguien cree que van a aprender la lección, le invito a que esta noche sintonice TVE. A las 22:30 estrena programa Ernesto Sáez de Buruaga. Ese "periodista" que se forró en Antena 3 TV, dejando la cadena en la ruina; ese hombre que dirigió un debate manipulado y mediocre en Telemadrid y sacó tajada con su productora de otros canales autonómicos como la Televisión de Murcia o Canal 9 en Valencia.
¡No! Está claro que no aprenden... o quizás es que les dé igual y su estrategia sea similar a la que realizan en la gestión de los medios públicos: enriquecerse y que dure lo que dure...

P.D. No puedo acabar este post sin mencionar la tristeza que me provoca ver el dato de audiencia de los especiales de Antena 3 y de Cuatro. La primera, fue durante años una referencia informativa de peso. Tras caer en las garras del peor PP y con una estrategia similar a la ya conocida ("no hay chapapote" gritaban los hombres de E.S.B. a los redactores de sociedad durante la crisis del Prestige) sus espacios de noticias han pasado a ser irrelevantes (salvo Espejo Público).
Lo de Cuatro es punto y aparte. Los gestores de Mediaset llevan años apostando por el entretenimiento y mirando demasiado el "minuto a minuto" de sus informativos. Por ello el buen programa que ayer dirigió Juan Pedro Valentín no tuvo premio. Hoy, el público sabe que solo hay dos referencias a nivel nacional para informarse sobre un gran acontecimiento: La Sexta o la manipulada TVE. Y el veredicto de los audímetros no puede ser más elocuente.

viernes, 22 de mayo de 2015

¿Todos contra el PP?

Mariano Rajoy afirmó en uno de sus mítines de esta campaña que las coaliciones “todos contra el PP” serían “letales” para España. Esa reflexión, fuera del contexto político actual, sería acertada. Basar tu programa, la estrategia de tu partido, tu vida personal, tu voto… exclusivamente en luchar contra alguien, es un síntoma de incapacidad y de frustración contenida.

El problema señor Presidente es que, esta vez, existe ese contexto político y social que justifica la utilización de cualquier medio democrático para expulsar del poder al PP. Ese contexto se resume en cinco palabras: ESTE PP ES UNA MAFIA. Evidentemente no todos los dirigentes del partido son unos delincuentes y, por supuesto, sus militantes solo tienen la responsabilidad (que no es poca) de no atreverse a levantar la voz contra esa banda organizada en que saben que se ha convertido su (creo) bienintencionado partido.

Decir que la formación política que nos gobierna tiene tintes mafiosos no es una opinión, es una simple descripción objetiva de los hechos. No se trata de casos aislados de corrupción, sino de tramas perfectamente organizadas para enriquecerse personalmente y financiar, de paso, a su partido. Tramas que han crecido amparadas por el silencio, en ocasiones, y la complicidad directa, en la mayoría de los casos, de los máximos dirigentes populares. El funcionamiento básico era y sigue siendo sencillo: hay que ocupar cada vez más cuotas de poder para amañar contratos públicos, realizar privatizaciones teledirigidas, adjudicar obras y servicios a familiares, amigos y socios… Todo ello maquillado con una capa de falso liberalismo dirigida a justificar la aniquilación de lo público; el saqueo de lo que es y debe seguir siendo nuestro. Esa es la clave, en mi humilde opinión: no privatizan ni recortan gasto social por ideología, lo hacen por pura ambición, lo hacen para robar más y mejor.

Todo, o casi todo ha funcionado así en los últimos 25 años. Cada caso de corrupción que salía a la luz provocaba que “la familia” popular reaccionara como tal: defensa a ultranza del sospechoso y amenazas a los jueces y policías que destapaban el caso. Así ocurrió con Naseiro, Bárcenas, Correa, López Viejo, Granados, Mato, Sepúlveda, Güemes, Castedo, Lamela, Rato, Camps, Fabra, Matas, Rus… Una lista interminable que sería sin duda más larga de no ser por las trabas que este Gobierno ha estado imponiendo a la Fiscalía anticorrupción, las purgas que ha realizado en los departamentos policiales y en la Inspección de Hacienda, la presión insoportable que ha ejercido sobre los jueces competentes…

Este PP es la mafia, sí. Una mafia con caja B, sede central pagada con dinero negro, sobresueldos distribuidos en sobres, legislación y amnistías fiscales hechas a la medida de los amigos delincuentes, privatizaciones a la carta, tentáculos en empresas, juzgados y medios de comunicación... Sí, los medios, esos medios que todos los días nos hablan de la amenaza de convertirnos en Venezuela si votamos a un determinado partido. Esos medios que, sin embargo, no nos dicen que quienes nos gobiernan ahora, han colocado nuestra calidad democrática muy por debajo del penoso nivel que tiene la república bolivariana.

Así que sí señor Rajoy. Yo voy a ser uno de los muchos millones de españoles que votaré, principalmente, para echarle del poder a usted y al resto de miembros de su familia. Es tan grave la situación a la que han llevado a este país, que no hacerlo sería tanto como legitimar y aplaudir cada uno de los delitos que han cometido. Mi voto: “todos contra el PP".

sábado, 7 de junio de 2014

De la Justicia Universal a la Chapuza Nacional


Todo valía para apaciguar al gigante chino. Como ya le tocó hacer con la ley del aborto, Gallardón se ofreció para ser el mejor mamporrero de Rajoy y se puso manos a la obra. Liberado de la careta tolerante y ‘casiprogresista’ que portó durante años en Madrid, el ministro de Justicia perpetró una ley concebida para enterrar la Justicia Universal. Con ella buscaba sepultar investigaciones serias, pero muy molestas, abiertas en la Audiencia Nacional por casos como el del genocidio en el Tibet o el asesinato de José Couso. De un plumazo express, debió pensar Gallardón, rizaré el rizo contentando a los comunistas chinos y al amigo americano. Pero las dos ‘pres’ (precipitación y prepotencia) que caracterizan al actual Ejecutivo, son malas consejeras. Y Gallardón, sencillamente, la cagó.

Desde su entrada en vigor, el único efecto práctico que ha tenido la ley ha sido liberar a más de medio centenar de narcotraficantes. 53 criminales que aún no deben creerse la suerte que han tenido al toparse con estos peculiares justicieros. La magnífica reforma de Gallardón abre tantos espacios de impunidad, que muchos delincuentes se están frotando las manos. Hoy son los mercaderes de la droga los que logran eludir la acción de nuestra Justicia si son capturados en aguas internacionales. Mañana pueden serlo los secuestradores, torturadores o asesinos de españoles que cometan su crimen en determinadas circunstancias.

Esas consecuencias perversas ya se sabían durante la fugaz tramitación parlamentaria de la reforma. Expertos juristas alertaron sobre las lagunas legales que se avecinaban. “Pequeños daños colaterales que serán compensados por las palmaditas en el cogote que nos darán en Pekín y Washington”, debieron pensar en la Moncloa. Y con sus ‘pres’ y los únicos votos de sus disciplinados diputados, sacaron adelante la ley.

Gallardón: MI (Misión Incumplida)

Lo que no se esperaban esos grandes estrategas era que esos ‘pequeños’ daños colaterales podían acabar siendo casi el único efecto real de su reforma. La corte de juristas y asesores que rodea al ministro de Justicia no cayeron en que había acuerdos y convenciones internacionales que pesarían más que su brillante ley. Hizo falta, eso sí, que un grupo de jueces justos, encabezados por Santiago Pedraz, se plantaran y argumentaran jurídicamente su negativa a aplicar la nueva legislación.

El magistrado de la Audiencia Nacional que investiga con rigor y honestidad el asesinato de Couso, redactó un auto impecable. Pedraz  se apoyaba en la Convención de Ginebra y en nuestra Constitución para seguir adelante con su instrucción. Este magistrado lleva años tratando de aclarar la muerte del cámara de Tele 5. Para averiguar la verdad no dudó, incluso, en jugarse el físico y plantarse en Bagdad en un viaje repleto de dificultades. Allí acabó de convencerse de que era cierto lo que decíamos los periodistas que fuimos testigos de los hechos. No hubo error, no fue un accidente fruto de las tremendas circunstancias que se viven en una guerra. Las tropas norteamericanas dispararon, intencionadamente y con la intención de matar periodistas, contra la sede de dos televisiones y sobre el centro de prensa internacional ubicado en el Hotel Palestina Un crimen de guerra de libro o, mejor dicho de Convención… de Ginebra. Y por eso Pedraz quiere castigar a los culpables; lógico ¿no?

‘No’ para este Gobierno ni para los anteriores, que utilizaron a la fiscalía como arma para intentar frenar a los jueces que investigaban casos relacionados con la llamada Justicia Universal. Fracasaron Aznar y de la Vega en todas sus intrigas. Por eso, Rajoy no quiso que le pasara lo mismo y ordenó a Gallardón que, directamente, hiciera una ley a la medida. Tres meses después de su publicación en el BOE, los narcotraficantes actúan con impunidad, pero el caso Couso sigue abierto y no es descartable que también se siga adelante con el proceso contra los dirigentes chinos. Bravo señor Rajoy; bravo, bravo y mil veces bravo señor Gallardón.

En cualquier país civilizado, el ministro responsable de este patético vodevil ya llevaría días inscrito en la oficina del paro. Pero hace ya algún tiempo que Spain ha vuelto a ser ‘different’; esta vez es ‘very different’. Sólo aquí podemos tener un presidente y medio Gobierno acusados de cobrar sobresueldos en ‘B’; sólo aquí permanece en su puesto una ministra agasajada con mil regalos de una red corrupta; sólo aquí no pasa nada cuando hay pruebas de que el partido mayoritario pagaba las obras de su sede nacional con dinero negro; sólo aquí el máximo responsable de la seguridad nacional puede escoger un monumento fascista como lugar de recogimiento y reflexión. Sólo aquí un gobierno de derechas puede intentar ponerse de rodillas, a la vez, ante Estados Unidos y la China comunista… y cuando ya es tarde, darse cuenta de que sólo se ha postrado ante las mafias del narcotráfico internacional. Solo aquí se puede pasar de abanderados de la Justicia Universal a bufones de la Chapuza Nacional.


miércoles, 9 de abril de 2014

La España 'berlusconizada' de Rajoy

Al hilo del despido de Esther Palomera

José Antonio Zarzalejos fue despedido de ABC por negarse a secundar la teoría de la conspiración del 11M. Este periodista, al que creo que nadie puede tachar de rojo peligroso, cometió el delito de no querer amplificar las locuras que se le iban ocurriendo a un grupo de ‘estrategas’ y descerebrados para intentar culpar a ETA, la policía, el gobierno de Marruecos y Rubalcaba, de estar implicados en el mayor atentado de nuestra historia.

El PP no quería periodistas, aunque fueran católicos y de derechas como Zarzalejos, sólo aceptaba lacayos. Su objetivo era disponer de un grupo de voceros que no tuviera reparos a la hora de cumplir órdenes. Si había que crucificar y joder la vida a un pobre comisario de Vallecas, se hacía. Si había que llamar ‘cómplice de los terroristas’ a un empresario de la ‘Orquesta Mondragón’, a un jefe de policía o a un médico forense, se hacía. Si había que decir que Zapatero iba a entregar Ceuta y Melilla a Marruecos, a cambio del silencio de este país sobre el 11M… se escribía.

Precisamente, sólo el autor de esta última ‘información’ ha pedido perdón por lo que hizo, cosa que le honra. El resto sigue dándonos lecciones de democracia desde sus emisoras, periódicos y tertulias. Sus vergonzosas intervenciones nos demuestran, cada día, que el PP logró su objetivo de crear un grupo de fieles legionarios que controlan numerosos medios y acaparan las tertulias en el resto.

El PP les necesita. Necesita portavoces sin escrúpulos que digan que lo blanco es negro. Gente a la que no le importe un día defender a la policía frente a la ‘violencia de la izquierda’ y, al día siguiente, atacar a esa misma policía por multar a una de sus jefas. Gente a la que no se le caiga la cara mientras dice que los salarios de los españoles no están bajando o que la pobreza infantil en nuestro país es un invento de Cáritas. Legionarios decididos a cumplir la orden del día, ya sea ésta defender a una ministra que recibía regalos de una trama corrupta, a un dirigente con cuentas en Suiza, o a un presidente autonómico que tiene un ático que nadie sabe de dónde ha salido.

Periodistas Vs legionarios 

Quienes como Esther Palomera se han negado a participar en ese juego, han recibido una condena a muerte profesional. Condena que, en su caso, ha sido ejecutada por uno de los legionarios más aventajados: Francisco Marhuenda. Esther es una de las periodistas con las que más he discutido en mi vida. Teníamos pocas coincidencias ideológicas, pero podíamos debatir porque lo hacíamos con argumentos y no con dogmas o consignas. Podía no estar de acuerdo con ella, pero jamás pude reprocharle que mintiera o manipulara. Nunca pude acusarla de no buscar información de primera mano, de no tratar de llegar a la verdad. Nada que ver con la actitud de quien la ha ejecutado; ese ‘director’ al que siempre que yo le llamaba para afearle por una falsedad publicada por su periódico, me contestaba dándome la razón: “perdona, es verdad, nos hemos equivocado, pero es que ayer no pude estar en la redacción y no me enteré de nada”. ¡Pedazo de director, sí señor!

Esther, como Zarzalejos, no es una roja pero sí es peligrosa para este PP porque sigue siendo periodista. Y es peligrosa aunque no sea ‘roja’, porque la clave de todo este asunto no es ideológica. Esto va de otra cosa, esto va de ‘business’ del bueno. El PP está corrompido hasta las entrañas. No digo que todos los dirigentes sean unos corruptos, pero sí que un entramado mafioso ha impregnado la estructura del partido para hacer negocios. Y vinculados de una u otra manera a ese sucio entramado, van apareciendo también los nombres de algunos de esos voceros. Unos contrataban como asesores a cerebros de la trama, otros recibieron regalos, algunos directamente percibían dinero de la caja B... los menos avispados se conforman con cumplir su papel a cambio de las migajas que cobran por leer argumentarios en las tertulias. Esto no es ideología por mucho que nos lo quieran vender con mantillas negras y rosarios en las manos, esto es sólo cuestión de negocios.

Esa es la razón por la que Rajoy, desde el principio, optó por la ‘estrategia Berlusconi’: culpar a los jueces, a algunos periodistas y a la oposición de orquestar una campaña contra él. El presidente decidió no limpiar la mierda de su partido. Y no lo hizo porque, al igual que otro ‘hombre de negocios’ como es 'il cavaliere', sabía que si lo hacía, él era el primero que tenía que coger la puerta de salida. Una vez elegido ese camino, sólo queda eliminar al que trate de interponerse. En la España ‘berlusconizada’ de Rajoy no caben ciudadanos discrepantes, ni jueces independientes, ni periodistas honestos… aunque sean de derechas.




martes, 11 de marzo de 2014

11-M, PERIODISTAS Y MERCENARIOS

"La policía tiene claro que no ha sido ETA, pero no me dejan contarlo en antena". La confesión me la hacía un periodista especializado en tribunales durante la noche del 11 de marzo. Él trabajaba para una importante televisión privada de este país, cuya dirección de informativos, como tantas otras, se movía al ritmo perverso que le marcaban desde el Palacio de la Moncloa. Se trataba del mayor atentado de nuestra historia, se trataba de más de 190 vidas segadas por la barbarie terrorista, se trataba de centenares de heridos y de un país conmocionado ante una tragedia de proporciones desconocidas hasta ese momento. Era un acontecimiento de los que marca para siempre la personalidad de un país y de quienes lo habitan. Y así fue, esos días todos quedamos marcados para siempre.

Esos días la ciudadanía dio un ejemplo al volcarse en la solidaridad y el apoyo a las víctimas, en lugar de buscar venganza en las carnes del primer sospechoso que se cruzara por el camino. Esos días los servicios de emergencia, bomberos, policías, sanitarios y jueces estuvieron a la altura de aquel drama, dando lo mejor de sí mismos...

Pero en esos días hubo dos colectivos que pensaban en otras cosas que nada tenían que ver con los muertos y sí con sus propios intereses. Un grupo de políticos preparó una estrategia de engaño masivo sobre la autoría del atentado porque pensó que ése era el único camino para mantenerse en el poder. Y en ese repugnante recorrido le siguieron varios medios de comunicación, cuyos directivos buscaban la forma de mantener su estatus, sus privilegios y sus sueldos astronómicos. Lo más triste, para mí, no fue que esos mercenarios conocidos de la información superaran todas las barreras de la indignidad. Lo peor es que decenas... centenares de periodistas permanecieran callados, resignados a formar parte de una mentira fabricada con la sangre de 192 personas. "Tengo familia, tengo hijos, tengo una hipoteca que pagar..." fueron las excusas que algunos me dieron tras reconocer el papelón que habían jugado. Excusas baratas que, si sirvieran en este caso, también absolverían al juez que prevarica, al político que se corrompe, al narcotraficante que se enriquece, al empresario que explota, al proxeneta que esclaviza o al ciudadano de a pie que asesina a un semejante para robarle la cartera.

Sí, esos días de marzo de 2004, en mi modesta opinión, hubo centenares de periodistas que se comportaron como cómplices necesarios para que se pudiera cometer un enorme delito.

Afortunadamente hubo medios que no permitieron que se les amordazara. Hubo periodistas de a pie que se negaron a participar en el fraude. Estoy seguro de que, si no hubiera muerto en Haití cuatro días antes, uno de ellos habría sido Ricardo Ortega. Por eso en 2011, cuando me pidieron que escribiera algo sobre él para un libro que iba a publicar la Asociación de la Prensa de Madrid, imaginé lo que habría hecho Ricardo durante el 11-M. Lo reproduzco a continuación, como homenaje a uno de los mejores reporteros de la historia de este país, pero también a todos los periodistas honestos que no permitieron que les callaran aquellos fatídicos días.

NO ME CALLARÁN
¿una ficción sobre Ricardo?


El teléfono suena en la redacción. Manuel descuelga con gesto cansado. Al otro lado escucha una voz nerviosa que enseguida asocia con la pesada de María, la redactora que se encarga de la información de sucesos. “Algo gordo ha pasado en Atocha Manolo. Ha habido una explosión y parece que hay un montón de muertos”. Manuel se queda petrificado. Sus años de experiencia en diversos medios de comunicación le hacen ser cauto: “¿estás segura? A ver si va a ser como la última historia que me contaste de Vitoria. Casi hacemos el ridículo contando en un boletín especial que se había producido un atentado y resulta que se trataba de una explosión de butano”. En ese momento Manuel ve en el televisor, en el que siempre tiene sintonizado CNN+, un rótulo que le saca de la duda ”URGENTE, EXPLOTA UN TREN EN LA ESTACIÓN DE ATOCHA. SE DESCONOCE SI HAY VÍCTIMAS MORTALES”

 Es 5 de septiembre. Han pasado casi seis meses desde aquellos terribles sucesos. Pero Manuel no ha olvidado como empezó todo y, lo que más le duele, tampoco puede enterrar en su memoria los acontecimientos que se desencadenaron en la redacción a partir de la noche de esa mierda de 11 de marzo. 

La cadena de televisión en la que trabaja lleva más de doce horas emitiendo información en directo. Imágenes atroces de heridos, fallecidos, vagones desgarrados, dolor, conmoción… Está tan cansado que Manuel apenas escucha el ‘With or without you” de U2 que tiene como sintonía de su móvil personal. Son cerca de las 23 horas y no entiende por qué le llama por esa línea privada su corresponsal en Nueva York. Es, sin duda, el mejor periodista de todos los que componen su redacción. “Hola Ricardo, estupendo el directo del informativo. Cuento contigo para entrar en la ronda de corresponsales que iniciaremos poco después de medianoche, pero permanece atento porque si nos hace falta rellenar igual te pinchamos antes”. “No te llamo por eso Manolo” dice con voz nerviosa Ricardo, “aquí los medios norteamericanos están dando por hecho que el atentado puede haber sido cometido por terroristas islámicos. Lo dicen todos, la ABC, la CNN, la Fox…, todos citan fuentes del servicio de inteligencia norteamericano. Mencionan también la opción de ETA, pero dan más credibilidad a la opción de Al Qaeda o algún otro grupo radical islámico”. Manuel no se dio cuenta de que se le caía el cigarro que llevaba perennemente pegado al labio hasta que la ceniza comenzó a quemarle la mano. “No me jodas Ricardo. ¿Qué coño dices? Si aquí sólo hay una versión, y es la que todos dan por buena. Todos, todos. Policía, Gobierno, Oposición… ¿pero de dónde se han sacado esa historia?”. 

Manuel recordaba todas y cada una de las explicaciones que le dio Ricardo. Como siempre, el veterano corresponsal se había armado de argumentos antes de llamarle para, nada menos, que dibujarle un nuevo escenario del mayor atentado de la historia de España. Mientras apuraba una cerveza en la barra del ‘Vicente’, se amargaba recordando el papel que le tocó jugar y que quiso jugar en aquellas horas críticas.

“Ricardo, déjame que hable con los de arriba y que llamemos a nuestras fuentes en el Gobierno y la policía. Es muy fuerte para dar la información sin más”. Ricardo asintió al otro lado del teléfono y comentó lacónicamente: “dime algo rápido porque creo que esa debería ser la línea central de mi intervención en la ronda de corresponsales. Eso, siempre y cuando no decidas darme paso ahora para contarlo como última hora”. Ricardo no obtuvo respuesta. Manuel ya estaba dirigiéndose al despacho de ‘los de arriba’.

Lo que más le dolía era saber que él estaba ahora ahí, en ese bar de siempre, al lado de la tele. Él se tomaba la décima cerveza mientras que a Ricardo le cubrían dos palmos de tierra. ¡Manda huevos! Y es que, pese a sus encontronazos y al traumático final de su amistad, Manuel siempre había admirado a Ricardo. Era diez años mayor que él pero envidiaba su facilidad para trasmitir no sólo la información, sino una profunda carga emocional a través de la cámara. Y, sobre todo, admiraba su coraje, su valentía para defender su visión de la noticia por encima de todo y de todos. Lo hizo en muchos lugares del planeta pero Manuel siempre rememoraba con especial placer su trabajo en Chechenia y en Estados Unidos durante la guerra de Irak. Ricardo fue siempre una mosca cojonera. Sus compañeros se subían con facilidad a la versión oficial de los hechos mientras él buscaba las puertas de atrás que casi siempre le conducían a la verdad. Una verdad incómoda que le creaba enemigos y que siempre complicaba la vida de sus jefes. Aún recordaba Manuel con cierta satisfacción las innumerables llamadas del embajador ruso quejándose por el contenido y el tono ácido e incisivo de las crónicas que enviaba desde Grozni. “Es un hijo de puta” llegó a decirle un día el embajador, “está hablando de los terroristas chechenos como si fueran unos santos y unas víctimas. Está insultando al pueblo ruso y no lo vamos a tolerar”. Manuel comentó muchas veces con Ricardo estas conversaciones subidas de tono con el ‘tovarich’ embajador, apodo que le había puesto Ricardo: “Ten cuidado Richi que estos no se andan con tonterías”. Ricardo sabía bien lo que se jugaba. Era amigo de periodistas rusos que habían sido amenazados, agredidos e incluso asesinados por ser “enemigos del pueblo ruso”, es decir, por contar la verdad que el Gobierno de Putin quería ocultar a toda costa. Ricardo fue uno de los pocos periodistas internacionales que dudó de cada  versión oficial que facilitaba el Kremlin. Aunque ninguna ‘paja mental’ de Ricardo sorprendió tanto a Manuel como el día en que dudó, en una de sus crónicas, de la autoría de los atentados cometidos en Moscú por supuestos terroristas chechenos: “Manolo, esto tiene pinta de que es un trabajo de los servicios secretos. Buscan una excusa para seguir demoliendo Chechenia. Lo han hecho ellos”. Manuel atribuía osadías como esa al eterno y exacerbado espíritu crítico de Ricardo. Un espíritu tan crítico que, a veces, rozaba una aparente paranoia. Sin embargo Manuel siempre se encontraba al final con una Ana Politoskaya que se encargaba de hacerle ver que la paranoia de Richi era real y que los estúpidos eran los que, como él, se tragaban sin más la cómoda y cabal ‘versión oficial’.

“Ricardo, el Gobierno y los investigadores coinciden en que no hay ni un solo indicio que apunte a que el atentado ha sido obra de los islamistas. En la rueda de corresponsales comenta lo que dicen los medios de allí pero hazlo de pasada y sin otorgarle credibilidad. Insiste en el rollo de la resolución de condena de la ONU para ratificar que allí también se apuesta por la versión oficial”. El silencio que Manuel escuchó al otro lado del auricular se le clavó en el tímpano como un alfiler. Estaba profundamente jodido por la presión que le metían los de arriba para que controlara la lengua de Ricardo: “que no se le ocurra dar crédito a esa patraña”, “que defienda la versión oficial porque estamos hablando de un tema de Estado”, “que no se vuelva a pasar porque esta vez no se va a ir de rositas como la otra vez”.

La otra vez fue, efectivamente, la guerra de Irak. La mosca cojonera volvió a la carga cuando la realidad se empeñó en no ser cómoda. El rechazo popular a la intervención militar crecía día a día. Manuel no podía olvidar la forma en que degeneró su relación con Ricardo durante aquellos días. “Manolo, los inspectores de armamento dicen en privado que no hay ni una sola prueba de que Sadam tiene armas de destrucción masiva. Esto es un paripé para dar algo de legitimidad a la invasión”. Esa fue la primera vez que Ricardo se puso en el punto de mira de “los de arriba”. Habían tolerado sus ácidas críticas al gobierno ruso liderado primero por Boris Yeltsin y después por Vladimir Putin. Peor sentaba su fina ironía con la que ponía en evidencia la mediocridad, intolerancia y prepotencia que marcaba el mandato del presidente Bush. Sin embargo también se las acababan permitiendo porque, al fin y al cabo, el tema no afecta directamente a la política nacional. Pero Irak era otra cosa. El gobierno español estaba implicado hasta las trancas y esta televisión tenía que contribuir a neutralizar el rechazo a la intervención militar. “Ricardo ten cuidado que este es un tema muy sensible”. “No me jodas Manolo, estoy hasta las pelotas de los temas sensibles. Si quieren empezar una guerra que lo hagan, pero que no nos utilicen a nosotros para justificarla”. Manuel dio un paso hacia ese lugar que siempre llamó el lado oscuro: “Te recuerdo que nuestra línea editorial defiende esta guerra así que no te salgas del guión. Sabes que te aprecio pero esta vez te hablo muy en serio”. Manuel presentía lo que iba a pasar a continuación y no se equivocó. Ricardo siguió buscando la puerta de atrás y volvió a encontrar la verdad: “Colin Powell ha presentado una serie de fotografías borrosas de lo que dice que son laboratorios en los que Sadam fabrica sus armas químicas”. “Los inspectores de armamento piden que no se produzca la intervención militar porque no han encontrado nada que confirme la existencia de armas de destrucción masiva en Irak”. Esa vez “los de arriba” se cabrearon de verdad. Ricardo fue invitado a tomarse unas vacaciones mientras la cadena enviaba un enviado especial a Washington que no se complicara tanto la vida.

“Manolo, te advierto que esta vez no voy a irme de vacaciones. Hay doscientos muertos encima de la mesa y no me vais a callar. Si los periodistas no hacemos algo en una situación como esta ¿cuándo lo vamos a hacer? ¿Qué coño queda de nuestra profesión? ¿En qué te has convertido tío, en un puto portavoz?”. Manuel sujetaba el auricular del teléfono con tanta fuerza que el plástico llegaba a crujir de cuando en cuando. Le brillaban los ojos y tenía la garganta seca. En 25 años de profesión nunca le había ocurrido algo así. Siempre se había tragado sapos porque desde arriba le invitaban a ocultar un determinado tema o a reescribir ligeramente la realidad. Pero esta vez sabía que Ricardo tenía razón, como casi siempre. Sólo que esta vez su legitimidad era mayor que nunca. Habían pasado más de 48 horas desde los atentados. Ricardo había capeado este tiempo mordiéndose la lengua pero colando mensajes que indignaban a los de siempre. Ahora ya no es posible tragar más. Los medios de comunicación españoles habían ido variando su narración de los hechos y ya sólo los sicarios eran capaces de seguir intentando cuestionar la autoría islamista.“Ricardo yo también estoy jodido. Tienes razón. Esto es una mierda pero qué quieres que hagamos. Que nos suicidemos. Que dimitamos. Qué cojones quieres Ricardo”. 

Manuel estuvo a punto de vomitar el último trago de cerveza. Le costaba respirar. Tocaba acordarse de ese momento del que se sigue avergonzando pero que le había permitido conservar su trabajo. ¿Mereció la pena? Se lo sigue preguntando mientras se volvía a ver diciéndoles a “los de arriba” que Ricardo era incontrolable y que había decidido no permitirle volver a salir en antena hasta que pasara toda esta mierda. “Ni ahora, ni después, no volverá a salir en antena” dijeron ellos. La orden no pudo cumplirse, mientras Manuel estaba vendiendo otra vez su alma, Ricardo enviaba un comunicado de prensa  a todos los medios anunciando su dimisión y explicando los motivos de la misma. No se dejó ni un solo detalle. Durante aquellas horas, otros periodistas, pocos, plantaron cara a los comisarios políticos que controlaban sus medios. Sólo Ricardo dio un paso más. Hizo lo que había hecho siempre. Manuel lleva siempre en su bolsillo esa nota que arrancaba con un elocuente “No me callarán”.

Ricardo Ortega murió en Haití el 7 de marzo de 2004, 4 días antes de los atentados de Madrid



martes, 28 de enero de 2014

ESPAÑOLES: LA JUSTICIA HA MUERTO



Parafrasear a un Arias Navarro en blanco y negro, me parece una buena forma de titular este breve post. Y me lo parece por una razón: quienes hoy están asesinando nuestra justicia, son los herederos políticos e intelectuales del sanguinario dictador cuya muerte anunciaba, con voz quebrada, aquel rancio y enlutado presidente del gobierno. El espíritu totalitario de entonces, cobra cada vez más fuerza gracias a una generación de políticos profundamente conservadores que creen más en el derecho divino de las élites a liderar a las ignorantes masas, que en la separación de poderes y la igualdad de oportunidades. 

Uno de los mejores ejemplos de esta tozuda realidad que nos amenaza, lo encontramos en los juzgados, audiencias y tribunales de este país. Este Gobierno los ha asaltado a mano armada. Primero se ha dedicado a colocar jueces afines y serviles en todos los puestos clave. Lo ha hecho sin disimulos, con descaro... hasta el punto de situar como presidente del Tribunal Constitucional a un magistrado que, directamente, es militante del Partido Popular. 

Después ha perseguido a los jueces que no controlaba: logró inhabilitar a Garzón por destapar la red de corrupción Gürtel/Bárcenas/FinanciaciónPP y perseguir el franquismo; acaba de cargarse a Elpidio Silva por encarcelar a Blesa e indagar en los enjuagues financieros de CajaMadrid en los que aparecían los nombres de Aznar, Aguirre e Ignacio González entre otros.

Matar y torturar españoles saldrá gratis

No contento con ello, ahora dan un paso más: cambiar las leyes para que los magistrados que aún se mantienen independientes, no puedan investigar ni juzgar temas incómodos para este Gobierno. En esa línea hay que entender la reforma legal que prepara el PP y que obligará (si nadie lo remedia) al Juez Pedraz a archivar el caso abierto por el asesinato del periodista José Couso. Una reforma que también impedirá que se persiga a quienes torturaron y asesinaron a misioneros españoles en El Salvador, dejará impunes a los agentes de Pinochet que mataron a Carmelo Soria, detendrá las pesquisas abiertas por las torturas sufridas en Guantánamo por ciudadanos españoles y cerrará la puerta a investigaciones sobre genocidios y violaciones de los derechos humanos en países como China, Marruecos, Guatemala o Ruanda.  Es un golpe mortal contra el concepto de Justicia Universal, un término tan importante y tan hermoso como refleja su nombre.

El fin inconfesable pero evidente que busca el Gobierno con esta reforma, es contentar a Estados Unidos y a otros países que se veían incomodados por la eficacia de nuestra Justicia. Rajoy ha optado nuevamente por la diplomacia del servilismo, siguiendo la tradición de casi todos los presidentes españoles, llevada a la máxima expresión por Aznar y escenificada magníficamente, a golpe de genuflexión reiterativa ante el amo americano, por su ministro de Asuntos Exteriores Josep Piqué.

A muchos nos parece una reforma inmoral, indigna e 'injusta',  pero además, objetivamente, es profundamente irresponsable. Si no cambia de idea, el PP impedirá que se investigue y juzguen determinados delitos cometidos por extranjeros contra ciudadanos españoles que se produzcan fuera de nuestras fronteras. Un militar de cualquier nacionalidad extranjera que asesine a un periodista, a un cooperante o un misionero no será perseguido por nuestra 'Justicia'. Un español que sea secuestrado y/o torturado por un servicio secreto extranjero no podrá buscar amparo en nuestros tribunales. Un turista español que sufra en un viaje abusos por parte de soldados o policías, no tendrá herramientas legales para pedir que se persiga a los culpables.

La conclusión no puede ser más aterradora, y no se me ocurre otra forma de resumirla y de terminar que como empecé... parafraseando. Pero, esta vez utilizo como modelo un lema del ‘otro bando’: “militares, policías y genocidas del mundo: uníos y matar españoles”, sale gratis.



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