Al hilo del despido de Esther Palomera
José Antonio Zarzalejos fue despedido de ABC por negarse a
secundar la teoría de la conspiración del 11M. Este periodista, al que creo que
nadie puede tachar de rojo peligroso, cometió el delito de no querer amplificar
las locuras que se le iban ocurriendo a un grupo de ‘estrategas’ y descerebrados
para intentar culpar a ETA, la policía, el gobierno de Marruecos y Rubalcaba,
de estar implicados en el mayor atentado de nuestra historia.
El PP no quería periodistas, aunque fueran católicos y de
derechas como Zarzalejos, sólo aceptaba lacayos. Su objetivo era disponer de un
grupo de voceros que no tuviera reparos a la hora de cumplir órdenes. Si había
que crucificar y joder la vida a un pobre comisario de Vallecas, se hacía. Si
había que llamar ‘cómplice de los terroristas’ a un empresario de la ‘Orquesta
Mondragón’, a un jefe de policía o a un médico forense, se hacía. Si había que decir
que Zapatero iba a entregar Ceuta y Melilla a Marruecos, a cambio del silencio
de este país sobre el 11M… se escribía.
Precisamente, sólo el autor de esta última ‘información’ ha
pedido perdón por lo que hizo, cosa que le honra. El resto sigue dándonos
lecciones de democracia desde sus emisoras, periódicos y tertulias. Sus
vergonzosas intervenciones nos demuestran, cada día, que el PP logró su
objetivo de crear un grupo de fieles legionarios que controlan numerosos medios
y acaparan las tertulias en el resto.
El PP les necesita. Necesita portavoces sin escrúpulos que
digan que lo blanco es negro. Gente a la que no le importe un día defender a la
policía frente a la ‘violencia de la izquierda’ y, al día siguiente, atacar a
esa misma policía por multar a una de sus jefas. Gente a la que no se le caiga la
cara mientras dice que los salarios de los españoles no están bajando o que la
pobreza infantil en nuestro país es un invento de Cáritas. Legionarios
decididos a cumplir la orden del día, ya sea ésta defender a una ministra que
recibía regalos de una trama corrupta, a un dirigente con cuentas en Suiza, o a
un presidente autonómico que tiene un ático que nadie sabe de dónde ha salido.
Quienes como Esther Palomera se han negado a participar en
ese juego, han recibido una condena a muerte profesional. Condena que, en su
caso, ha sido ejecutada por uno de los legionarios más aventajados: Francisco
Marhuenda. Esther es una de las periodistas con las que más he discutido en mi
vida. Teníamos pocas coincidencias ideológicas, pero podíamos debatir porque lo
hacíamos con argumentos y no con dogmas o consignas. Podía no estar de acuerdo
con ella, pero jamás pude reprocharle que mintiera o manipulara. Nunca pude
acusarla de no buscar información de primera mano, de no tratar de llegar a la
verdad. Nada que ver con la actitud de quien la ha ejecutado; ese ‘director’ al
que siempre que yo le llamaba para afearle por una falsedad publicada por su
periódico, me contestaba dándome la razón: “perdona, es verdad, nos hemos
equivocado, pero es que ayer no pude estar en la redacción y no me enteré de
nada”. ¡Pedazo de director, sí señor!
Esther, como Zarzalejos, no es una roja pero sí es peligrosa
para este PP porque sigue siendo periodista. Y es peligrosa aunque no sea
‘roja’, porque la clave de todo este asunto no es ideológica. Esto va de otra
cosa, esto va de ‘business’ del bueno. El PP está corrompido hasta las
entrañas. No digo que todos los dirigentes sean unos corruptos, pero sí que un
entramado mafioso ha impregnado la estructura del partido para hacer negocios. Y vinculados de una
u otra manera a ese sucio entramado, van apareciendo también los nombres de
algunos de esos voceros. Unos contrataban como asesores a cerebros de la trama,
otros recibieron regalos, algunos directamente percibían dinero de la caja B... los menos avispados se conforman con cumplir su papel a cambio de las migajas que cobran por leer argumentarios en las tertulias. Esto no es ideología por mucho que nos lo quieran vender con mantillas negras y
rosarios en las manos, esto es sólo cuestión de negocios.
Esa es la razón por la que Rajoy, desde el principio, optó
por la ‘estrategia Berlusconi’: culpar a los jueces, a algunos periodistas y a
la oposición de orquestar una campaña contra él. El presidente decidió no
limpiar la mierda de su partido. Y no lo hizo porque, al igual que otro ‘hombre
de negocios’ como es 'il cavaliere', sabía que si lo hacía, él era el primero que
tenía que coger la puerta de salida. Una vez elegido ese camino, sólo queda
eliminar al que trate de interponerse. En la España ‘berlusconizada’ de Rajoy
no caben ciudadanos discrepantes, ni jueces independientes, ni periodistas
honestos… aunque sean de derechas.