Todo valía para apaciguar al gigante chino.
Como ya le tocó hacer con la ley del aborto, Gallardón se ofreció para ser el
mejor mamporrero de Rajoy y se puso manos a la obra. Liberado de la careta
tolerante y ‘casiprogresista’ que portó durante años en Madrid, el ministro de
Justicia perpetró una ley concebida para enterrar la Justicia Universal. Con
ella buscaba sepultar investigaciones serias, pero muy molestas, abiertas en la
Audiencia Nacional por casos como el del genocidio en el Tibet o el asesinato
de José Couso. De un plumazo express, debió pensar Gallardón, rizaré el rizo
contentando a los comunistas chinos y al amigo americano. Pero las dos ‘pres’
(precipitación y prepotencia) que caracterizan al actual Ejecutivo, son malas
consejeras. Y Gallardón, sencillamente, la cagó.
Desde su entrada en vigor, el único efecto
práctico que ha tenido la ley ha sido liberar a más de medio centenar de
narcotraficantes. 53 criminales que aún no deben creerse la suerte que han
tenido al toparse con estos peculiares justicieros. La magnífica reforma de
Gallardón abre tantos espacios de impunidad, que muchos delincuentes se están
frotando las manos. Hoy son los mercaderes de la droga los que logran eludir la
acción de nuestra Justicia si son capturados en aguas internacionales. Mañana
pueden serlo los secuestradores, torturadores o asesinos de españoles que
cometan su crimen en determinadas circunstancias.
Esas consecuencias perversas ya se sabían
durante la fugaz tramitación parlamentaria de la reforma. Expertos juristas
alertaron sobre las lagunas legales que se avecinaban. “Pequeños daños
colaterales que serán compensados por las palmaditas en el cogote que nos darán
en Pekín y Washington”, debieron pensar en la Moncloa. Y con sus ‘pres’ y los
únicos votos de sus disciplinados diputados, sacaron adelante la ley.
Lo que no se esperaban esos grandes estrategas
era que esos ‘pequeños’ daños colaterales podían acabar siendo casi el único
efecto real de su reforma. La corte de juristas y asesores que rodea al
ministro de Justicia no cayeron en que había acuerdos y convenciones
internacionales que pesarían más que su brillante ley. Hizo falta, eso sí, que
un grupo de jueces justos, encabezados por Santiago Pedraz, se plantaran y
argumentaran jurídicamente su negativa a aplicar la nueva legislación.
El magistrado de la Audiencia Nacional que
investiga con rigor y honestidad el asesinato de Couso, redactó un auto
impecable. Pedraz se apoyaba en la
Convención de Ginebra y en nuestra Constitución para seguir adelante con su
instrucción. Este magistrado lleva años tratando de aclarar la muerte del
cámara de Tele 5. Para averiguar la verdad no dudó, incluso, en jugarse el
físico y plantarse en Bagdad en un viaje repleto de dificultades. Allí acabó de
convencerse de que era cierto lo que decíamos los periodistas que fuimos
testigos de los hechos. No hubo error, no fue un accidente fruto de las
tremendas circunstancias que se viven en una guerra. Las tropas norteamericanas
dispararon, intencionadamente y con la intención de matar periodistas, contra
la sede de dos televisiones y sobre el centro de prensa internacional ubicado
en el Hotel Palestina Un crimen de guerra de libro o, mejor dicho de
Convención… de Ginebra. Y por eso Pedraz quiere castigar a los culpables;
lógico ¿no?
‘No’ para este Gobierno ni para los
anteriores, que utilizaron a la fiscalía como arma para intentar frenar a los
jueces que investigaban casos relacionados con la llamada Justicia Universal.
Fracasaron Aznar y de la Vega en todas sus intrigas. Por eso, Rajoy no quiso
que le pasara lo mismo y ordenó a Gallardón que, directamente, hiciera una ley
a la medida. Tres meses después de su publicación en el BOE, los
narcotraficantes actúan con impunidad, pero el caso Couso sigue abierto y no es
descartable que también se siga adelante con el proceso contra los dirigentes
chinos. Bravo señor Rajoy; bravo, bravo y mil veces bravo señor Gallardón.
En cualquier país civilizado, el ministro
responsable de este patético vodevil ya llevaría días inscrito en la oficina
del paro. Pero hace ya algún tiempo que Spain ha vuelto a ser ‘different’; esta
vez es ‘very different’. Sólo aquí podemos tener un presidente y medio Gobierno
acusados de cobrar sobresueldos en ‘B’; sólo aquí permanece en su puesto una
ministra agasajada con mil regalos de una red corrupta; sólo aquí no pasa nada
cuando hay pruebas de que el partido mayoritario pagaba las obras de su sede
nacional con dinero negro; sólo aquí el máximo responsable de la seguridad
nacional puede escoger un monumento fascista como lugar de recogimiento y
reflexión. Sólo aquí un gobierno de derechas puede intentar ponerse de
rodillas, a la vez, ante Estados Unidos y la China comunista… y cuando ya es
tarde, darse cuenta de que sólo se ha postrado ante las mafias del narcotráfico
internacional. Solo aquí se puede pasar de abanderados de la Justicia Universal
a bufones de la Chapuza Nacional.