martes, 15 de marzo de 2016

No es línea editorial, es corrupción

Solo conocemos la punta del iceberg y, sin embargo, es suficiente para explicar lo ocurrido en los medios de comunicación durante los últimos años. A muchos lectores y espectadores les podía sorprender la fidelidad inquebrantable al Partido Popular que exhibían no pocos periódicos, locutores de radio o tertulianos. Escuchar al director de La Razón o al de ABC defender a Rajoy contra viento y marea, sin esbozar ni la más mínima crítica. Comprobar que estos diarios y determinadas radios y televisiones ocultaban a sus lectores/oyentes/espectadores los casos de corrupción que salpicaban a decenas de dirigentes populares. Ver a numerosos tertulianos batirse el cobre como si les fuera la vida para justificar los errores, los recortes y los robos que ejecutaban las instituciones dirigidas por el PP. Ver a esos mismos personajes convertirse en voceros de campañas destinadas a satanizar y despedazar a rivales políticos como Manuela Carmena, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias

La mayoría pensaba y aún hoy piensa que se comportan así porque son hooligans del liberalismo, del capitalismo, de la derecha… No es así señoras y señores; no es cuestión de principios… es cuestión de pasta.

Quienes somos perros viejos en este oficio sí sabíamos que detrás de ese servilismo había algo más… pero nos quedábamos muy cortos. Pensábamos que la fidelidad respondía a la lluvia de dinero en publicidad institucional que les llegaba a estos medios desde el Gobierno central, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. Sabíamos también que esos “periodistas” falderos, al cumplir las órdenes que les llegaban desde Génova, se aseguraban cuantiosos contratos para ellos y/o sus productoras en televisiones públicas como Telemadrid, TVE o Canal Nou (antes de que terminaran de saquearla y cerraran la cadena). Sabíamos de estas y otras corruptelas pero no imaginábamos que la dimensión de la trama era más amplia y más terrible.

Corrupción periodística

Lejos de casi todos los focos mediáticos, las investigaciones policiales y judiciales han ido desvelando la cruda realidad. Periodistas y medios de comunicación han recibido dinero de las numerosas cajas B que tenía ocultas el Partido Popular y que alimentaba con las comisiones ilegales que percibía de constructoras y grandes empresas a cambio de la adjudicación de obra y servicios públicos.

Los datos han ido apareciendo poco a poco, casi siempre ocultos por los grandes medios de comunicación que han seguido la perversa doctrina de que “perro no come perro”. Había que bucear en los sumarios de la Gürtel o de la Púnica para ir encontrando nombres y apellidos de conocidos comunicadores, diarios digitales, televisiones, radios… Pagos directos en efectivo a conocidos periodistas, regalos de todo tipo y hasta inyecciones de 400.000 euros para salvar de la quiebra a medios afines como la Libertad Digital de Federico Jiménez Losantos.

Lo que hemos conocido en estos últimos días nos confirma que la compra de periodistas era una parte más del negocio. El funcionamiento corrupto del PP pasaba y pasa por amarrar el silencio y el aplauso de los medios de comunicación. Una investigación judicial ha revelado que la Fundación Arpegio de la Comunidad de Madrid, controlada por Esperanza Aguirre y Francisco Granados, desvió fondos para agradecer determinados servicios prestados al partido. El Grupo Intereconomía recibió 247.165 euros, la Cadena COPE 177.510, La Razón 33.332, ABC 21.672 y el semanario Época 12.001.

Sería de ingenuos pensar que los detalles que conocemos hasta ahora constituyen la totalidad de la trama. Ni la policía ni los jueces han decidido investigar a estos beneficiarios de la corrupción. Lo que se sabe es fruto de la casualidad… un dato no borrado a tiempo del ordenador, una conversación indiscreta en un teléfono pinchado… unos papeles que se descubren al cambiar de dueños la administración en cuestión… Ayer mismo se desvelaba que María Dolores de Cospedal, mientras fue presidenta de Castilla La Mancha, también había utilizado una fundación pública para saltarse los controles y poder inyectar dinero de todos los castellano manchegos en medios afines. No son casos aislados, no son “dos ranas” como diría Esperanza Aguirre; es una gigantesca trama corrupta que ha extendido sus tentáculos por toda la sociedad.

Es imprescindible que se investigue la implicación de periodistas y medios de comunicación. Es obvio que si hubiera aparecido el nombre de un juez como beneficiario de pagos irregulares, la oposición y la opinión pública clamaría para que se depuraran sus responsabilidades. ¿Por qué no ocurre lo mismo cuando se trata de un periodista? Las consecuencias de uno y otro comportamiento son igualmente graves. El juez corrupto dicta sentencias falsas, exculpando a delincuentes o ensuciando la imagen de ciudadanos inocentes; el periodista corrupto engaña a la sociedad presentando como santos a los ladrones de guante blanco que le pagan y atacando inmisericordemente a las personas que, con su honradez y determinación, ponen en riesgo el fértil chiringuito. No hay diferencias entre jueces prevaricadores y periodistas mentirosos; el peso de la ley debería caer sobre ellos con la misma fuerza.


No nos engañemos, para acabar con esta negra etapa de corrupción la regeneración política debe ir acompañada por una depuración de responsabilidades entre empresarios, jueces, policías y periodistas corruptos. Mientras llega ese momento, por la parte que nos toca a quienes seguimos creyendo en el Periodismo con mayúsculas, mirémosles de forma diferente cuando nos dan lecciones de moral desde televisiones, radios y periódicos. Analicemos sus intervenciones sabiendo que no les inspiran los principios ni la ideología ni el mismísimo Dios; lo único que les empuja a la vehemencia, con la que defienden o insultan, es su adicción a incrementar el número de ceros de su cuenta corriente.